lunes, 21 de enero de 2013

La lucha contra el demonio (II)


Los demonios


     Demonio: Nombre general de los espíritus malignos, ángeles caídos (expulsados del cielo). El jefe de estos ángeles rebeldes es Lucifer o Satanás (Mat 25). 


       Los demonios residen en el infierno y no gozan de los beneficios de la redención de Cristo. Los demonios, sin embargo, no perdieron su capacidad racional, sino que la utilizan para el mal. Dios les permite ejercitar influencia limitada en las criaturas y las cosas. 
 
        El demonio no es una fábula como algunos, para su desgracia, piensan. Su existencia real ha sido siempre enseñada por la Iglesia en su magisterio ordinario. Desmentir la existencia del demonio es negar la revelación divina que nos advierte sobre nuestro enemigo y sus tácticas.



   Un demonio es un ser espiritual de naturaleza angélica condenado eternamente. No tiene cuerpo, no existe en su ser ningún tipo de materia sutil, ni nada semejante a la materia. Sino que se trata de una existencia de carácter íntegramente espiritual. Espíritus en latín significa soplo, hálito. Dado que ni tienen cuerpo, los demonios no sienten la mas mínima inclinación a ningún pecado que se comenta con el cuerpo. Por tanto la gula o la lujuria son imposibles en ellos. Pueden tentar a los hombres a pecar en esas materias, pero solo comprende esos pecados de un modo meramente intelectual, pues no tienen sentidos corporales. Los pecados de los demonios, por tanto, son exclusivamente espirituales.

      Los demonios no fueron creados malos. A ellos al ser creados, se les ofreció una prueba, era la prueba previa antes de la visión de la esencia de la Divinidad. Antes de la prueba veían a Dios pero no veían su esencia. El mismo verbo ver es aproximativo, pues la visión de los Ángeles es una visión intelectual. Como a muchos les resultara muy difícil de entender cómo podían ver/conocer a Dios, pero no ver/conocer su esencia habría que proponer como comparación que seria como decir que ellos veían a Dios como una luz, que le oían como una voz majestuosa y santa, pero que su rostro seguía sin desvelarse. De todas maneras, aunque no penetraran su esencia, sabían que era su Creador, y que era santo, el Santo entre los Santos.

El catecismo de la Iglesia Católica sobre el demonio:

2850 La última petición a nuestro Padre está también contenida en la oración de Jesús: "No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno" (Jn 17, 15). Esta petición concierne a cada uno individualmente, pero siempre quien ora es el "nosotros", en comunión con toda la Iglesia y para la salvación de toda la familia humana. La Oración del  Señor no cesa de abrirnos a las dimensiones de la Economía de la salvación. Nuestra interdependencia en el drama del pecado y de la muerte se vuelve solidaridad en el Cuerpo de Cristo, en "comunión con los santos".

2851   En esta petición, el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El "diablo" ["dia-bolos"] es aquél que "se atraviesa" en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo.

2852 "Homicida desde el principio, mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8, 44), "Satanás, el seductor del mundo entero" (Ap 12, 9), es aquél por medio del cual el pecado y la muerte entraron en el mundo y, por cuya definitiva derrota, toda la creación entera será "liberada del pecado y de la muerte".[136] "Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de Dios le guarda y el Maligno no llega a tocarle. Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero yace en poder del Maligno" (1 Jn 5, 18-19):

El Señor que ha borrado vuestro pecado y perdonado vuestras faltas también os protege y os guarda contra las astucias del diablo que os combate para que el enemigo, que tiene la costumbre de engendrar la falta, no os sorprenda. Quien confía en Dios, no tema al demonio. "Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?" (Rm 8, 31).

2853 La victoria sobre el "príncipe de este mundo" (Jn 14, 30) se adquirió de una vez por todas en la Hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte para darnos su Vida. Es el juicio de este mundo, y el príncipe de este mundo ha sido "echado abajo" (Jn 12, 31).[138] "El se lanza en persecución de la Mujer", pero no consigue alcanzarla: la nueva Eva, "llena de gracia" del Espíritu Santo es librada del pecado y de la corrupción de la muerte (Concepción inmaculada y Asunción de la santísima Madre de Dios, María, siempre virgen). "Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos" (Ap 12, 17). Por eso, el Espíritu y la Iglesia oran: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 17.20), ya que su Venida nos librará del Maligno.


2854 Al pedir ser liberados del Maligno, oramos igualmente para ser liberados de todos los males, presentes, pasados y futuros de los que él es autor o instigador. En esta última petición, la Iglesia presenta al Padre todas las desdichas del mundo. Con la liberación de todos los males que abruman a la humanidad, implora el don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante en el retorno de Cristo. Orando así, anticipa en la humildad de la fe la recapitulación de todos y de todo en Aquel que "tiene las llaves de la Muerte y del Hades" (Ap 1, 18), "el Dueño de todo, Aquel que es, que era y que ha de venir" (Ap 1, 8):  Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.

Características  de los demonios

       Los demonios son seres racionales, dotados de inteligencia, y su naturaleza principal es que son coléricos. No es posible encontrar en la tierra hombres más rencorosos que los demonios, o que puedan asumir a su vez toda su maldad.

    Los demonios tienen un olor fétido que sólo perciben aquellos que han recibido del Señor el don de percibirlo. Dicho olor tienen el poder de desatar las pasiones. Los demonios buscarán por todos los medios de hacer caer a los hombres para que su alma se pierda mediante la falta de caridad con los hermanos, o empañando la imagen de Dios en ellos; tratan de impedirles rezar sugiriéndoles pensamientos de blasfemia, de desconfianza en Dios, de lujuria o de cólera. 

     Los demonios sienten envidia en los hombres, principalmente de aquellos que oran. Por tal motivo les harán la guerra a los hombres para impedirles la oración espiritual, haciéndoles experimentar odio a la oración. Huyen los demonios desconcertados cuando se les descubre sus modos de actuar y sugestiones en los pensamientos.

   Los demonios tienen un modo de conocimiento muy imperfecto, nada comparable con el de Dios. No pueden penetrar en el pensamiento del hombre directamente. Para llegar a saber si les  tenemos en nuestros pensamientos y les alimentamos en nuestro seno, o bien, si les hemos rechazado, se valen de palabras y movimientos del cuerpo y a partir de lo externo deducen si el monje ha descuidado alguna virtud, o bien, si piensa orgullosamente que les ha vencido, cuando se retiran tácticamente.

   Hay demonios que se oponen a la práctica u oración y otros a la contemplación. Están acechando constantemente al hombre que ora y pueden valerse de quienes le rodean para hacerles la guerra. Las armas de los enemigos en este combate serán pues los pensamientos, por lo cual es una lucha espiritual que se lleva a cabo en el interior del hombre. En esta lucha el orante unas veces vence, otras veces son vencidos. Sin embargo se adquiere experiencia, a través de esta lucha constante verán la estrategia de los demonios y podrán evitar la caída atendiendo a los pensamientos, a los objetos de que se sirven, o la rapidez con que surgen.




  Medios para luchar contra los malos pensamientos

        Encontramos que pueden ser combatidos por diversos medios tales como la lectura espiritual, vigilia, oración, hambre, austeridad, soledad, salmodia, paciencia y misericordia. Esto es realmente muy importante ya que si no vigilamos sobre los malos pensamientos y las malas actitudes en nosotros, los demonios podrían permitirse toda clase de burlas a nuestra costa.

        Los tres medios más importantes para el principiante en la oración y para oponerse al demonio son la oración, la humildad y usar la táctica opuesta del demonio. En la oración se incluye la total entrega a Dios, pues la oración es el trato íntimo y frecuente con Dios, su único Señor. Para orar se necesita concentrarse en Aquel a quien se dirige el orante y recoger en él su pensamiento, es decir, en Dios. La oración es excelente para combatir al demonio y por medio de ella podemos discernir entre visiones y engaños del demonio y librarse del miedo que infunde para que no continuemos orando. Luego está la humildad, la cual es eficaz para desenmascarar al demonio y dejarlo inerme, esta humildad debe traducirse en la obediencia y sometimiento al padre espiritual. En tercer lugar usaremos la táctica opuesta usada por el demonio para combatirle usando pensamientos contrarios a los pensamientos que le están atacando. Es de suma importancia mantenerse bajo las normas de la Iglesia, y no salirnos de los dogmas de ella. Pues el enemigo buscará desviarnos hacia doctrinas contrarias a la fe, de manera que nos convirtamos en apostatas.

       Cuando la concupiscencia se inflama, la extinguen el hambre, la fatiga y la soledad. Cuando la parte irascible se altera, la calman la salmodia, la paciencia y la misericordia. Cuando somos atacados por la gula, la combatimos reduciendo con el ayuno a pan y agua, y a veces hasta reduciendo esta ración. Al amor excesivo a la riqueza, se le combate con la caridad. A la tristeza, se le ataca con la fortaleza y el desprendimiento de bienes terrenos. Si somos atacados por la cólera y el odio, lo combatimos con la misericordia (perdón y reconciliación) y la mansedumbre. Si somos atacados por la acedía (fastidio, aburrimiento, hastío, envidia) lo combatiremos con el don de lágrimas, sembremos en nosotros buenas esperanzas con la alabanza a Dios.

     Si somos atacados, nunca abandonemos la lucha, combatamos perseverando con la oración y la práctica de las virtudes hasta que se retiren. 



Oraciones


CONSAGRACIÓN DE SÍ MISMO A JESUCRISTO
POR MEDIO DE MARÍA
(San Luis María Grigñón de Montfort)

¡Oh Jesús, Sabiduría eterna y encarnada!, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo único del Padre Eterno y de María, siempre virgen! Te adoro en la gloria del Padre, durante la eternidad y en el seno virginal de María, tu Madre, en el tiempo de tu Encarnación.

Te doy gracias porque, anonadandote, haz venido al mundo –hombre entre los hombres y servidor del Padre– para librarme de la esclavitud del pecado.

Te alabo y glorifico Señor, porque has vivido en obediencia amorosa a María, para hacerme fiel discípulo suyo. Desgraciadamente, no he guardado los votos y promesas de mi bautismo y no soy digno de llamarme hijo de Dios. Por ello, acudo a la misericordiosa intercesión de tu Madre, esperando obtener por su ayuda el perdón de mis pecados y una continua comunión contigo, Oh Sabiduría Encarnada.

Te saludo, pues, oh María Inmaculada, templo viviente de Dios: en ti ha puesto su morada la Sabiduría Eterna para recibir la adoración de los ángeles y de los hombres. Te saludo, oh Reina del cielo y de la tierra: a ti están sometidas todas las criaturas. Te saludo, refugio seguro de los pecadores: todos experimentan tu gran misericordia. Acepta los anhelos que tengo de la Divina Sabiduría y mi consagración total.

Yo, N...., consciente de mi vocación cristiana, renuevo hoy en tus manos mis compromisos bautismales. Renuncio a Satanás, a sus seducciones, a sus pompas y a sus obras, y me consagro a Jesucristo para llevar mi cruz detrás de El, en la fidelidad de cada día a la voluntad del Padre. En presencia de toda la corte celestial, te elijo en este día por mi Madre y Maestra. Me entrego y consagro a ti, como tu esclavo, mi cuerpo y mi alma, mis posesiones tanto internas como externas, incluso el valor de todas mis buenas acciones, pasadas, presentes y futuras, dejando en ti, el entero y completo derecho de disponer de mi, y todo lo que me pertenece, sin excepción, de acuerdo a tu voluntad, para mayor gloria de Dios en el tiempo y en la eternidad.
Madre del Señor, acepta esta pequeña ofrenda de mi vida y preséntala a tu Hijo: si El me redimió con tu colaboración, debe también ahora recibir de tu mano, el don total de mí mismo. En adelante, deseo honrarte y obedecerte en todo como verdadero esclavo tuyo.

¡Oh Corazón Inmaculado de María!, que yo viva plenamente esta consagración para prolongar en mí la amorosa obediencia de tu Hijo y dar respuesta a la misión trascendental que Dios te ha confiado en la historia de la salvación. ¡Madre de misericordia!, alcánzame la verdadera Sabiduría de Dios, y hazme plenamente disponible a tu acción maternal. Colocame así, entre los que tu amas, enseñas, guías, alimentas y proteges como hijos tuyos. ¡Oh Virgen fiel!, haz de mí un auténtico discípulo e imitador de tu Hijo, la Sabiduría Encarnada. Contigo, Madre y modelo de mi vida, llegaré a la perfecta madurez de Jesucristo en la tierra y a la gloria del cielo. Amén ¡Totus Tuus! 


Fuente: Los Arcángeles Celestiales. Editorial San Pablo.
             Catecismo de la Iglesia Católica.
             Summa daemoniaca. P. Fortea. 
             www.corazones.org