Nuestro Señor Jesucristo nos manda: rezar para no sucumbir a la tentación (Lucas 22, 40); hacer penitencia, ayuno para no perecer (Lc 13, 5); hacer obras de caridad y limosnas para no ir al fuego eterno del infierno (Mt 25, 34-46). Confesar nuestros pecados y recibir su cuerpo su sangre (Juan 20, 22-23; 6, 5). Veamos lo que dicen la Sagrada Escritura y los santos acerca de la oración, el ayuno y la limosna.
Sin oración no hay salvación
1. Dios escucha la oración del justo, del pobre y
del humilde: El que sirve al Señor devotamente halla acogida
(Eclesiástico 35,20). La oración del pobre traspasa las nubes y no
descansa hasta llegar a Dios, ni se retira hasta que el Altísimo fija en
ella su mirada, y el justo juez le hace justicia (Ecles 35,21). El rey
Ezequías muy enfermo y rodeado por sus poderosos enemigos hizo esa
oración: ¡Ay Señor! Acuérdate te suplico, de que he andado delante de ti
con fidelidad e íntegro corazón y que he hecho lo que era bueno a tus
ojos. Y se puso a sollozar Ezequías con gran llanto. Y Dios le contestó
mediante el profeta Isaías: He oído tu oración y he visto tus lágrimas.
He aquí que voy añadir a tus días quince años más. Y de la mano del rey
de Asiría yo te libraré a ti a esta ciudad (Isaías 38, 1-6).
2. Dios libra de grandes peligros los que rezan con
confianza: El rey de Asiría con mucha insolencia y orgullo insulta a
Yahvé y al rey Ezequías. Entonces el rey Ezequías y el profeta Isaías,
hijo de Amos, oraron a causa de esto, y clamaron hacia el cielo. Y el
Señor envió un ángel que exterminó a todos los guerreros de su ejército,
a los príncipes y a los jefes que había en el campamento del rey (II
Paralipómenos 32, 20- 22).
Judas Macabeo pide ayuda y Dios lo libra del furor del rey de Siria.
Judas Macabeo mandó al pueblo que invocase al Señor día y noche, a fin
de que les asistiese. Todo el pueblo imploró la misericordia del Señor
con lágrimas y ayunos, postrado en tierra por espacio de tres días
continuos (II Macabeos 13, 9-12).
3. Es necesario rezar por los dirigentes religiosos y
civiles: San Ignacio tuvo gran cuenta en rogar a nuestro Señor muy
particularmente cada día por las cabezas de la Iglesia y por los
príncipes cristianos, de los cuales depende el buen gobierno y felicidad
de toda ella, como nos amonesta que lo hagamos el apóstol san Pablo (1
Tim 2, 1-2). Rezaba dos veces al día por el Papa y por el rey.
4. La oración humilde y confiada tiene mucho poder.
San Juan Crisóstomo dice que nada es tan poderoso como el hombre justo
que reza. Santa Teresa de Ávila afirma que la persona que no reza está
perdida. San Alfonso María de Ligorio en su librito El gran medio de la
oración escribe: El que ora, se salva ciertamente, y el que no ora se
condena ciertamente. Los bienaventurados se salvaron porque oraron, y
los condenados se condenaron porque no oraron. Y ninguna otra cosa les
producirá en el infierno más espantosa desesperación que pensar que les
hubiera sido cosa muy fácil el salvarse, pues lo hubieran conseguido
pidiendo a Dios sus gracias, y que ya serán eternamente desgraciados,
porque pasó el tiempo de la oración.
San Antonio María Claret nos da un consejo práctico: Quiero poner
aquí unas jaculatorias que rezo cada día y he aconsejado a otras
personas que las hagan, y me han asegurado que les va muy bien con
ellas: ¡Ave María Purísima! Dios mío ayúdame, Señor, en ti pongo mi
confianza, Señor, ven a socorrerme, ¿Quién cómo Dios? ¿Quién como
Jesucristo? ¿Quién como María Sma., Virgen y Madre de Dios? ¡Viva Jesús!
¡viva María Sma.!
Excelencia y ventajas del ayuno
El ayuno es necesario y tiene muchas ventajas y eficacia si está
acompañado de la oración, buenas obras y rechazo del pecado. En el
Antiguo y en el Nuevo Testamento Dios ordena el ayuno. Moisés, Elías y
Nuestro Señor Jesucristo ayunaron cuarenta días. La Iglesia Católica a
imitación de estos ayunos estableció el ayuno de cuarenta días: la
cuaresma. Los primeros cristianos ayunaban todos los días de la
cuaresma, salvo el domingo, y no tomaban más que una sola comida al
ponerse el sol.
Nuestro Señor Jesucristo dice: Hay un tipo de demonios que no puede
ser rechazado más que por la oración y el ayuno (Marcos 9, 29). El ayuno
y la abstinencia son necesarios para evitar el pecado, para expiar los
pecados ya cometidos; para vencer y rechazar al demonio, para someter el
cuerpo al alma, las pasiones a la voluntad; para vencerse a sí mismo y
no ser esclavo del pecado y de los vicios.
El ayuno, dice san León Magno, engendra pensamientos castos y
voluntades rectas. Y san Ambrosio añade: El ayuno es aliento del alma.
El ayuno es la muerte del pecado, la destrucción de los crímenes, el
remedio de la salvación, el manantial de la gracia, el fundamento de la
castidad. Por medio del ayuno se llega pronto a Dios. El ayuno, dice san
Juan Crisóstomo, purifica el alma, alivia los sentidos, sujeta la carne
al espíritu, hace que el corazón sea contrito y humillado, disipa las
nubes de la concupiscencia, apaga los ardores de las pasiones
abrasadoras, y enciende la antorcha de la castidad (Sombre san Mateo cap
4).
San Atanasio dice: El ayuno cura las enfermedades del alma, ahuyenta
los demonios, arroja los malos pensamientos, da más belleza al alma, más
pureza al corazón, y hace que el cuerpo esté más sano y robusto.
En la Sagrada Escritura vemos que las almas santas ayunan: Judith
ayuna y triunfa del jefe de los enemigos. Samuel ayuna y hace ayunar al
pueblo y gana la batalla. Ester ayuna, reza y obtiene la liberación de
su pueblo del peligro del exterminio. Judas Macabeo y sus soldados
ayunan y triunfan de sus poderosos enemigos en varias batallas. Los
Ninivitas, en el Libro de Jonás, son condenados por la justicia divina a
ser destruidos; se dedican a un riguroso y universal ayuno, y Dios les
perdona. Los Apóstoles ayunan y oran; el Espíritu Santo baja sobre ellos
y los convierte en hombres santos y heroicos.
Para que al ayuno sea eficaz es necesario abstenerse del pecado y
hacer oración y limosnas. El que ayuna debe dejar el pecado y alejarse
de todo lo que puede ser causa de pecado porque el objeto del ayuno es
sujetar el alma a la razón, y la razón a Dios. Como el cuerpo se
abstiene del alimento, así el alma debe abstenerse de los vicios. San
Bernardo dice: Que ayune la vista y se prive de las miradas y de toda
vana curiosidad; que ayune el oído, y no se abra a las fábulas
(películas), ni a los rumores (noticias); que ayune la lengua y se prive
de la maledicencia y de la murmuración; que ayunen las manos huyendo de
la pereza; y sobre todo ayune el alma; alejándose de los pecados y de
su propia voluntad. Sin semejante ayuno Dios rechaza los demás.
La limosna y obras de caridad
Limosna y ayuno se complementan: Partid vuestro pan con el que tiene
hambre (Isaías, 48, 7). El ayuno, dice San Gregorio, debe ir acompañado
de piedad y limosna; es preciso dar al pobre lo que quitamos al
estómago: es preciso dar pan a los pobres, hospitalidad al extranjero, y
vestido al desnudo. Aquello de que os priváis es menester darlo al
prójimo.
1. Dar limosna es necesario para la salvación.
Nuestro Señor Jesucristo dijo “Nadie puede servir a dos señores: no
podéis servir a Dios y al dinero (Mat 4, 24).
San Agustín dice: El oro y la plata son bienes, no capaces de haceros
un bien sino que os han sido concedidos para que hagáis el bien con
ellos. Nuestro Señor manda: Da a quien te pide, no vuelvas la espalda a
quien quiera tomar prestado de ti (Mat 5, 41).
San Pablo nos dice: Sed en vuestro trato sin avaricia, estando
contentos con lo que tenéis. (...) Y del bien hacer y de la mutua
asistencia, no os olvidéis, en tales sacrificios se complace Dios
(Hebreos 13, 5, 16).
San Juan pregunta: ¿Cómo puede tener el amor de Dios el hombre que
teniendo bienes de este mundo, y ve su hermano padecer necesidad le
cierra sus entrañas? Hijitos, no amemos de palabra y con la lengua, sino
de obra y verdad (I Juan 3, 17-18).
Muy culpables sois, dice San Ambrosio, si, sabiéndolo, permitís que
sufra hambre uno de vuestros hermanos. San Juan Crisóstomo afirma: Sois
el asesino del pobre a quien no socorréis. Dios manda dar limosna: “No
endurezcas tu corazón, ni cierres tu mano contra tu hermano pobre; sino
ábrele tu mano y préstale lo suficiente para satisfacer la necesidad que
lo oprime. Ten cuidado que tu ojo no sea malo con tu hermano indigente,
de modo que no les des nada; pues si él clama contra ti a Yahvé, tu te
acarreas el pecado (Deuteronomio 15, 7-9)
San Agustín afirma que los ricos no pueden salvarse sin limosna. El
que cierra su oído al grito del pobre, gritará también y no será
escuchado (Proverbios 21, 13).
Nuestro Señor dijo: Dad y se os dará. ...Seréis medidos con la misma
medida que habeis empleado con los demás (Lucas 6, 38). Dijo también:
Bienaventurados los misericordiosos porque obtendrán misericordia (Mat
5, 7).
Hacer misericordia es conseguir misericordia. Dios concede al hombre
caritativo: que haga penitencia y merezca el perdón de sus pecados y los
expíe. Tobías dijo a su hijo: "Escucha, hijo mío, ten a Dios en tu
mente todos los días de tu vida, y guárdate de consentir jamás en pecado
y de quebrantar los mandamientos del Señor. Da limosna de tus bienes, y
no apartes tu rostro de ningún pobre; así conseguirás que tampoco de ti
se aparte el rostro del Señor. Usa de misericordia con todas tus
fuerzas. Si tienes mucho, da con abundancia; si poco, procura dar de
buena gana aun lo poco; pues con eso te atesoras una gran recompensa
para el día de la angustia. Porque la limosna libra de todo pecado y de
la muerte, y no dejará caer el alma en las tinieblas. La limosna será
motivo de gran confianza delante el Altísimo Dios para todos los que la
hacen." (Tobías 4, 6-12).
Frutos de la limosna
1) La limosna expía los pecados. El agua apaga la
ardiente llama, y la limosna expía los pecados (Ecles 3, 33). Así como
el fuego del infierno, dice San Cipriano, se apaga con el agua saludable
del bautismo, la llama del pecado se apaga con la limosna y las obras
buenas. El Papa san León afirma: Las limosnas borran los pecados, y
preservan de la muerte y del infierno.
2) La limosna consigue la protección de Dios. Da
limosna de tus bienes, y no apartes tu rostro de ningún pobre; así
conseguirás que tampoco de ti se aparte el rostro del Señor (Tobías 4,
7).
Sé generoso con el pobre y no le hagas esperar la limosna. Acoge al
pobre y en su necesidad no le despidas de vacío...Hazte un tesoro según
los preceptos del Altísimo y te aprovechara más que el oro (Ecles 29,
9-12).
3) La limosna hace que la oración sea eficaz.
Queréis, dice San Agustín, que vuestra oración vuele hacía Dios? Dadle
por alas el ayuno y la limosna. El ángel Rafael dijo a Tobías (12, 8-9):
Buena es la oración con el ayuno, mejor la limosna que acumular tesoros
de oro; porque la limosna libra de la muerte, y es ella que borra
pecados y hace hallar misericordia y vida eterna. Dios mira y escucha al
que hace limosna; se acordará de él y le sostendrá en el peligro.
(Ecles 3, 34).
4) La limosna aumenta nuestros méritos y nuestros
bienes temporales. El Señor dijo: Dad y se os será dado (Lucas 6, 38).
El que da al pobre presta al Señor, y el Señor recompensará su obra
(Prov 19, 17). Todos los santos dicen: Siempre experimento, que lejos de
empobrecer, la limosna enriquece; pues cuanto más doy, más medios me
envía Dios. Hablando de los diezmos en el Eclesiástico (35,6-13) está
escrito: Da al Altísimo según lo que Él te da y da con ánimo generoso lo
que puedas. Que el Señor es generoso en recompensar y te pagará al
séxtuplo.
5) La limosna nos alcanza una buena muerte. San
Jerónimo escribe: No recuerdo nunca haber leído que el que haya ejercido
con agrado la limosna tuviese mala muerte; porque tiene muchos
intercesores, y es imposible que las preces de tantas personas no sean
atendidas. San Agustín afirma: La limosna está ante la puerta del
infierno, y no permite que el que la haya practicado vaya a aquella
horrible cárcel. Nunca he visto un hombre caritativo que acabase con una
mala muerte.
Conclusión
Sin oración y buenas obras no hay salvación. Los buenos se salvarán
por haber hecho obras de caridad y los malos irán a los tormentos del
infierno por haber sido egoístas (Mat 25, 45). Hagamos oración, ayuno y
limosnas y veremos las bendiciones y protección de Dios.
Fuente: http://fsspx.mx