miércoles, 9 de agosto de 2017

CALLAR PECADOS MORTALES EN LA CONFESIÓN, (UN HORRIBLE EJEMPLO)



Callar pecados mortales en la confesión, (UN HORRIBLE EJEMPLO) Por el P. Fr. Andrés Ma. Solla García. 



En la provincia de Güeldres hubo una mujer que por espacio de once años calló en la confesión un pecado de deshonestidad que había cometido. Pasando por el pueblo en que vivía esta mujer, dos religiosos de la Orden de nuestro Padre Santo Domingo, uno Sacerdote y otro lego, se acercó al primero, creyendo ocasión oportuna de confesar a aquel desconocido el pecado que tantas veces había callado, y le pidió que la oyese de confesión. Accedió gustoso el religioso y mientras la confesaba, el compañero permaneció en oración en la misma iglesia, y luego observó que mientras aquella mujer se confesaba salían de ella muchas y asquerosas culebras, y que una más disforme y asquerosa que las demás, asomaba de cuando en cuando la cabeza para salir, más  luego volvía a recogerse, y que cuando se hubo recogido del todo al terminar la confesión, todas las demás que habían salido volvieron a entrar en aquella mujer. Acabada la confesión, los dos religiosos siguieron su camino, y andadas algunas millas, el religioso lego refirió al otro la visión que había tenido en la iglesia. Este sospechó al momento lo que aquella visión significaba, y determinó volver atrás con el objeto de decir a aquella mujer que volviese al confesonario, más al llegar al pueblo luego les dieron la infausta noticia de que aquella mujer muriera de repente al entrar en su habitación. Consternados los religiosos al oírlo, determinaron pasar tres días en ayuno y oración, pidiendo a Dios que se dignase manifestarles el estado de aquella alma en el otro mundo. En la noche del tercer día se les apareció aquella infeliz mujer rodeada de abrasadoras llamas, y arrastrada por un demonio en figura de horrible dragón; al rededor del cuello tenía enroscadas dos serpientes que la oprimían la garganta y le mordían cruelmente los pechos; en la cabeza una víbora horrible que la punzaba sin cesar; en los ojos dos sabandijas asquerosísimas que la roían sin descanso; en los oídos saetas encendidas que la penetraban hasta el cerebro; de su boca salían llamas de fuego, y dos monstruosos perros la atenazaban y mordían continuamente las manos y los pies, atados con cadenas de fierro candente; y dando un espantoso grito, dijo: ¡Ay de mí! ¡Yo soy la misma desventurada mujer que habéis confesado hace tres días! Aquellas asquerosas culebras que salían de mí, eran los pecados que iba confesando, y aquella otra más disforme era figura de un pecado deshonesto que siempre he callado por vergüenza en las confesiones. Al ver en vos un confesor desconocido intenté confesarlo, pero él demonio me sugirió tal vergüenza que volví a callarlo como siempre. Por eso ha visto vuestro compañero que al terminar la confesión se recogió definitivamente, y con el volvieron a mi todos los demás que había confesado. ¡Ay¡ ¡Y ¡cuánto me atormentan ahora y cuan fácilmente pude confesarlos todos y salvarme! Pero cansado Dios de sufrirme tantos pecados y sacrilegios, me mandó una muerte repentina, y me arrojó a los infiernos, en donde soy atormentada horrorosamente por los demonios en figura de horribles animales.



   Esta víbora que traigo en la cabeza es un demonio que me atormenta espantosamente por mi orgullo y soberbia, y por la vanidad y esmerado cuidado en adornarme para servir de lazo a las almas de los jóvenes incautos y lascivos; las sabandijas que me roen los ojos son otros dos demonios que me atormentan sin cesar por mis miradas impuras y libidinosas; estas saetas encendidas me traspasan los oídos, por haber puesto atención y escuchado con gusto murmuraciones, palabras torpes y canciones deshonestas; estas serpientes que traigo enroscadas al cuello son también otros dos demonios que me ahogan la garganta y me muerden los pechos, por haberlos llevado siempre con poco recato, y a veces de un modo provocativo, por los abrazos deshonestos que he admitido, y por las alhajas y preseas con que excesivamente me he adornado; estos perros rabiosos me atenazan las manos y los pies por mis malas acciones y tocamientos impuros, por mis bailes y paseos a los sitios en que se ofendía a Dios; pero lo que más me atormenta sobre todo esto, es este formidable dragón que me arrastra. Esteme roe y despedázalas entrañas, me punza el corazón, me aprieta y atormenta en todos los miembros que han servido a la iniquidad, me recuerda todos mis pecados, y por cada especie de ellos me da un tormento particular insufrible.



   ¡Desgraciada de mí! ¡Ya no tengo remedio! ¡Para mí se acabó ya el tiempo de la misericordia! ¡Ay! ¡Y cuan fácilmente pude salvarme! ¡Oh maldita vergüenza que me has abandonado para pecar, y me has atado para confesarme! Dicho esto dió un grito espantoso, abrióse la tierra, y el horrible dragón la arrastró consigo a los infiernos, en donde sus tormentos jamás tendrán fin.



   ¿Y qué ha de ser de ti oh cristiano, que esto lees, si por tu desgracia has callado algunos pecados en la confesión, y no té resuelves a confesarlos cuanto antes? ¿Qué ha de ser de ti si al momento no reparas por medio de una confesión general, tantos pecados, tantos sacrilegios como has cometido? ¿No temes que te suceda lo que a aquella desventurada mujer? Ella había callado un solo pecado mortal, y por más que confesó los demás, ninguno le fué perdonado, y por todos es y será eternamente atormentada en los infiernos. Otro tanto te sucederá a ti seguramente si la muerte te sorprende en ese mal estado. ¡No lo permita Dios!


martes, 6 de junio de 2017

Coraza de San Patricio




La Coraza de San Patricio es una oración muy popular atribuido a uno de los santos más queridos de Irlanda. Según la tradición, San Patricio escribió en el año 433 dC para la protección divina antes de convertir con éxito el rey irlandés Leoghaire y sus súbditos del paganismo al cristianismo. (El término pectoral se refiere a una pieza de armadura usada en la batalla.)

Los estudios más recientes sugieren que su autor es anónimo. En cualquier caso, esta oración sin duda refleja el espíritu con el que San Patricio llevo la fe a Irlanda. La Coraza de San Patricio, también conocida como “El Lorica de San Patricio”, fue lo suficientemente popular como para inspirar un canto basado en este texto. (Esta oración también ha sido llamada “El Grito de los ciervos.”)

Esta oración busca la protección de Dios en un mundo de ambos peligros tangibles e invisibles. Aunque San Patricio de Irlanda vivió hace más de 1500 años su oración pidiendo que Dios mismo le cubriera sigue siendo muy relevante hoy en día. ¿Quién de nosotros no hemos luchado con el terrible temor de vivir en este mundo impredecible? La solución de San Patricio es: Invocar a Dios!

Oración La Coraza de San Patricio

Me levanto hoy por medio de la poderosa fuerza, la invocación de la Santísima Trinidad, por medio de la Fe en sus Tres Personas, por medio de la confesión de la Unidad del Creador del universo.

Me levanto hoy, por medio de la fuerza del nacimiento de Cristo y su bautismo, por medio de la fuerza de su crucifixión y de su sepulcro, por medio de la fuerza de su resurrección y su asunción, por medio de la fuerza de su descenso para juzgar el mal.

Me levanto hoy por medio de la fuerza del amor de Querubines, en obediencia de los Ángeles, en servicio de Arcángeles, en la esperanza que la resurrección encuentra recompensa, en las oraciones de los Patriarcas, en las palabras de los Profetas, en las prédicas de los Apóstoles, en la inocencia de las Santas Vírgenes, en las obras de todos los hombres de bien.

Me levanto hoy por medio del poder del cielo: Luz del sol, Esplendor del fuego, Rapidez del rayo, Ligereza del viento, Profundidad de los mares, Estabilidad de la tierra, Firmeza de la roca.

Me levanto hoy por medio de la fuerza de Dios que me conduce: Poder de Dios que me sostiene, Sabiduría de Dios que me guía, Mirada de Dios que me vigila, Oído de Dios que me escucha, Palabra de Dios que habla por mí, Mano de Dios que me guarda, Sendero de Dios tendido frente a mí, Escudo de Dios que me protege, Legiones de Dios para salvarme de trampas del demonio, de tentaciones de vicios, de cualquiera que me desee mal, lejanos y cercanos, solos o en multitud.

Yo invoco éste día todos estos poderes entre mí y el maligno, contra despiadados poderes que se opongan a mi cuerpo y alma, contra conjuros de falsos profetas, contra las leyes negras de los paganos, contra las falsas leyes de los herejes, contra las obras y astucia de la idolatría, contra los encantamientos de brujas, forjas y hechiceros, contra cualquier conocimiento corruptor del cuerpo y del alma.

Cristo, sé mi escudo hoy, contra venenos, contra quemaduras, contra sofocación, contra heridas, de tal forma que pueda yo recibir recompensa en abundancia.

Cristo conmigo, Cristo delante mí, Cristo detrás de mí, Cristo dentro de mí, Cristo debajo mí, Cristo sobre mí, Cristo a mi derecha, Cristo a mi izquierda, Cristo cuando me acuesto, Cristo cuando me siento, Cristo cuando me levanto, Cristo en la anchura, Cristo en la longitud, Cristo en la altura, Cristo en el corazón de todo hombre que piensa en mí, Cristo en la boca de todo hombre que hable de mí, Cristo en los ojos de todos los que me ven, Cristo en los oídos de todos los que me escuchan.

Me levanto hoy por medio de la poderosa fuerza, la invocación de la Santísima Trinidad, por medio de la Fe en sus Tres Personas, por medio de la confesión de la Unidad del Creador del universo. Amén